“Se podría escribir un libro con todo lo lindo que sucedió en ese tiempo”. Las palabras de Daniel Horacio Marangoni reflejan su paso por San Martín, una etapa muy especial de su vida que coincidió con uno de los grandes momentos del fútbol tucumano. La de los años 70 fue un década dorada en la provincia por el exigente nivel de la competencia, donde el “Santo” y Atlético protagonizaron duelos memorables. Ambos se repartieron los títulos locales, primero en la desaparecida Federación y después en la Liga. Hubo notables jugadores. Muchos se formaron en los potreros de la provincia. Otros llegaron desde diferentes lugares del país para reforzar los equipos que tenían la posibilidad de competir a nivel nacional en el último tramo del año. Eso permitió el desembarco de futbolistas que optaban por usar esa vidriera para mostrarse y proyectar sus respectivas carreras. Ejemplos hay muchos. Entre ellos está el recordado centrodelantero que dejó su sello en La Ciudadela. “Vine por unos meses y me quedé varios años. El cariño de los hinchas hizo que optara por quedarme. Recuerdo que los clásicos eran tremendo. Tuve la suerte de marcar goles importantes y eso generó un sentimiento especial en los hinchas. Fue un momento inolvidable”, recuerda sobre aquella etapa deportiva que lo marcó definitivamente. Aquí quedaron muchos amigos. “Estoy siempre en contacto con ellos, en especial con César Petta, y cuando puedo viajo para visitarlos”, indicó.

Rosario se convirtió en una fuente inagotable de jugadores que desembarcaron en la provincia. Marangoni explicó las razones. “San Martín tenía un dirigente con buenos contactos en los clubes rosarinos: Samuel Kauffman. Yo formaba parte del plantel de Newell’s que se consagró campeón en 1974. En ese momento estaba tapado por Alfredo ‘Mono’ Obberti y me ofrecieron venir a préstamo hasta fin de año para jugar el Nacional. Mi idea era volver de inmediato, pero San Martín decidió comprarme el pase y me quedé. Natalio Mirkin era el presidente y me convenció para permanecer en el club”.

El delantero fue uno de los primeros en llegar a la provincia para potenciar su carrera, pero varios siguieron sus pasos. Otros jugadores formados en la escuela rosarina pasaron durante esos años por Tucumán. “Ese año jugué con José Luis Giusti, hermano mayor de Ricardo, el volante fue figura de Independiente e integró el plantel argentino que fue campeón del mundo en 1986. Después vinieron Oscar Coullery, Norberto ‘Oso’ Díaz, Alberto ‘Cabezón’ Coria, Rodolfo Ingaramo, Oscar Ceccotti, Miguel Colacray, Miguel Papalardo... La lista es extensa”, sostiene. Durante su paso por La Ciudadela se dio el gusto de jugar con notables futbolistas que usaron la camiseta número 10 de San Martín y dejaron recuerdos imborrables a los hinchas que los vieron jugar: Víctor “Pechito” Pereyra, Jacinto Roldán, Raúl de la Cruz Chaparro y Carlos Avanzi, entre otros.

“A Pereyra los hinchas lo idolotraban. Roldán era un pibe cuando se unió al plantel pero ya se perfilaba para ser un gran futbolista. Con Chaparro jugamos poco, pero teníamos hijos de la misma edad y nos hicimos amigos”, recuerda Marangoni sobre sus socios futbolísticos.

En esos años ganar el clásico ante el eterno rival tenía un sabor especial. Ahí comenzaba a inclinarse la balanza en la lucha por el título. La competencia entre San Martín y Atlético era exigente. Ambos equipos tenían figuras importantes que incluso lucieron la camiseta del seleccionado argentino. El que abrió el juego de los llamados fue César Luis Menotti. A algunos de esos planteles se los designaba “selección del interior”, pero en los papeles eran convocatorias oficiales a la mayor.

Telegrama perdido

De esa generación formaron parte, entre otros, Raúl Francisco Agüero, Ricardo Julio Villa -formó parte del plantel campeón del mundo en 1978- y Marangoni. El rosarino recuerda una anécdota que le impidió tener la chance de jugar el Mundial organizado en el país.

“Me citaron para ir de gira con el seleccionado a México. En esos años la AFA enviaba un telegrama dando precisiones sobre la convocatoria. Eso sucedió días antes de jugarse un clásico contra Atlético. Yo tenía que estar el viernes en Rosario para jugar un amistoso. Pero si viajaba me perdía el partido contra Atlético. Yo me enteré de la citación el lunes siguiente cuando llamaron al club para preguntar que me había pasado. Mirkin explicó que no había llegado la nota. Entonces le dijeron que viajara de inmediato a Buenos Aires para unirme a la delegación. Como no había estado en el amistoso, mis chances se redujeron. Sólo entré algunos minutos. Varios integrantes de esa delegación fueron campeones del mundo. Después me contaron que un empleado del correo, fanático de San Martín, había escondido el telegrama para que no me perdiera el partido contra Atlético. Es díficil saber que hubiese pasado si viajaba, pero no tengo dudas que eso me cerró las puertas para jugar el Mundial”. Pasó mucho tiempo, pero Marangoni lo recuerda como si hubiese sucedido ayer.